El semanario inglés publicó esta semana un artículo contra la asamblea nacional constituyente.
El presidente de la República, Nicolás Maduro, anunció el 1° de mayo la convocatoria a una asamblea nacional constituyente, la cual pretendería transformar el ordenamiento jurídico del Estado y reescribir la Constitución promovida por el fallecido presidente Hugo Chávez, antecesor de Maduro.
Las constituciones, como los diamantes, deberían durar. Pero Maduro convocó una asamblea nacional constituyente, cuyo proceso, además, es completamente distinto al que promulgó la actual Carta Magna.
En violación a la Constitución de 1999, el actual proceso constituyente fue convocado por decreto presidencial en vez de por referéndum consultivo.
Maduro dice que la intención del proceso es derrotar el fascismo de la oposición. Pero el mandatario venezolano quiere la asamblea porque no puede mantenerse en el poder democráticamente. Los bajos precios del petróleo y la corrupción, junto con la escasez de alimentos y medicinas, el resurgimiento de muertes por enfermedades como difteria y malaria han cobrado un precio social importante.
Las tendencias dictatoriales del gobierno de Maduro han abierto las grietas en su base política. Luisa Ortega Díaz, fiscal feneral de la República, se ha convertido en una crítica abierta del gobierno. “Lo que está en juego es el país, la integridad de los venezolanos, el respeto y la paz”, dijo Ortega Díaz sobre el proceso constituyente.
La última oportunidad de aplicar presión diplomática falló el mes pasado en una reunión de la Organización de Estados Americanos en Cancún, México. Los anfitriones creían tener más de los 23 votos (de 34) para condenar al gobierno venezolano. Al final de la reunión, solo hubo 20 votos apoyando la moción mexicana.
Aunque el proyecto del país norteamericano hubiera pasado, probablemente poco hubiera cambiado. Los únicos obstáculos potenciales para Maduro están de su lado. Muchos chavistas se oponen a la asamblea nacional constituyente. “El chavismo democrático es importante en cuanto a sentimiento popular, pero no está organizado”, dijo David Smilde, un especialista de Venezuela de la Universidad de Tulane.
Aunque ha habido esporádicas protestas en las zonas chavistas de Caracas, usualmente por escasez de alimentos, la oposición ha fallado en conectarse con la disidencia del gobierno de Maduro en un verdadero movimiento de protesta nacional.
La Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), que sostienen a Maduro en el poder, no se han doblegado. Varios generales retirados cercanos a Chávez han criticado la idea de la nueva asamblea. Al menos 14 oficiales han sido arrestados desde que las protestas comenzaron. El 20 de junio Maduro cesó al ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, de su cargo de comandante operacional de la FANB. Algunos analistas opinan que este acto es una expresión de desconfianza.
Las tensiones aumentan al pasar los días. El 27 de junio un oficial del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas disparó contra el Tribunal Supremo de Justicia y contra el Ministerio de Relaciones de Interior, Justicia y Paz; una turba pro gobierno atacó el Parlamento y hubo un gran conato de saqueos en Maracay.
“Si la Venezuela chavista era una caricatura de la revolución cubana, Maduro es una caricatura de la caricatura”, dijo Smilde. No hay ninguna revolución en Venezuela, solo un escueto abuso de poder. Más sangre podría derramarse antes de que esta tragedia acabe.