En un comunicado la organización Cecodap advierte que ante las circunstancias de crisis actual, “es necesario insistir y exigir al Estado unas respuestas oportunas, adecuadas y de calidad que garanticen el derecho a la educación para cada niño, niña y adolescente”.
Describen entre las circunstancias, la aparición de la pandemia por COVID-19 que obligó al cierre de las escuelas, con el consecuente impacto educativo sin precedentes y con riesgos en el proceso de enseñanza. Aumentó la deserción escolar y la desigualdad en el acceso al sistema educativo, explican.
“El cierre del año escolar 2019 – 2020, en un contexto de cuarentena indefinida, se caracterizó por la excesiva confusión, estrés y dificultades para maestros, familias y los propios niños, niñas y adolescentes. La transición abrupta a una educación a distancia a través de internet u otras plataformas audiovisuales representó, para muchas escuelas, una frustración. Vivimos en un país sin las condiciones mínimas indispensables y con un precario servicio de internet y telecomunicaciones”.
Caracterizan el inicio del nuevo año escolar 2020 – 2021, con la improvisación y la incertidumbre a cuestas. “Las contradicciones en el discurso oficial; la falta de diagnósticos y de políticas públicas específicas en contexto de pandemia; el inexistente fortalecimiento en la infraestructura escolar en términos de conectividad, bioseguridad y apoyo al docente constituyen algunos de los problemas que afectan la educación de los niños y obstaculizan una planificación escolar coherente y adaptada a las realidades de los estudiantes”.
Dentro de este escenario, Cecodap presenta ocho aspectos a tomar en el inicio a clases del nuevo periodo educativo 2020 – 2021:
“– Evaluación de alcance nacional. Llegamos al nuevo año escolar sin un diagnóstico del último periodo. Estamos seguros que en cada centro educativo se produjeron experiencias y aprendizajes, pero no hay una evaluación nacional del ente rector que pueda poner en número y en porcentajes cómo hizo el sistema educativo para atender a los niños, niñas y adolescentes en esta situación.
– Cerrar las brechas y las desigualdades. La educación a distancia no fue vivida de manera homogénea. Cada familia tuvo que enfrentar la contingencia con los recursos que tenía, al igual que docentes y centros educativos. Mientras algunos pudieron tener acceso a videoclases por plataformas como Zoom o Classroom, otros apelaron únicamente al Whatsapp y otros a la televisión y radio como herramientas educativas. De igual forma reconocemos que muchos niños, niñas, adolescentes y docentes se mantienen totalmente desconectados. Es indispensable adoptar medidas inmediatas que permitan que cada estudiante y maestro disponga de las oportunidades y recursos necesarios para mantenerse dentro del sistema escolar, sea público o privado.
-Atención especial al sector más vulnerable para el acceso a la educación. En Venezuela, el sistema educativo está conformado en 80% por instituciones públicas. En ellos el acceso a la virtualidad es mucho más difícil. Por lo tanto, prevemos que habrá una alta cantidad de niños, niñas y adolescentes que se van a quedar al margen del camino de la educación. Hablamos de aquellos que sin asistir a clases no tienen libros, ni bibliotecas; hablamos de aquellos que a duras penas tienen un celular inteligente en el núcleo familiar; hablamos de aquellos cuyos padres salen de casa para conseguir alimentos y quedan sin adultos significativos que les dediquen tiempo a la enseñanza.
– Proteger, motivar y fortalecer a los docentes. No se puede tener educación presencial o a distancia sin maestros con óptimas condiciones laborales, profesionales y personales. No podemos alargar más la situación en la que se encuentran: sin salario que cubra necesidades básicas, sin seguridad alimentaria y sin un sistema de salud que los atienda. Necesitamos maestros que desarrollen estrategias para llegar a sus estudiantes, sin tener que recurrir a otros empleos para subsistir o cubrir sus necesidades básicas. Así como se ha pensado en bonificaciones especiales para docentes, este momento requiere que se beneficie también al sector educativo. Hay que garantizarles una capacitación para el uso de tecnologías de la comunicación y una dotación de equipos tecnológicos, así como el mantenimiento de los planes.
– Una escuela con infraestructura protegida y que proteja. La infraestructura de las escuelas se abandonó. Desde antes de la llegada de la pandemia, existe un número importante de escuelas sin acceso a agua potable constante, suficiente y de calidad. Justo este es un elemento importante en las medidas de bioseguridad contra la COVID-19. Durante estos seis meses de pandemia, no se ha hablado ni ejecutado un plan de mantenimiento preventivo y correctivo para las escuelas; sin embargo, los docentes deben asistir a las instalaciones para labores administrativas o de diseño de materiales. Urge que sea asignado un presupuesto para garantizar las medidas de bioseguridad, aún cuando no haya estudiantes.
– Los niños, niñas y adolescentes protegidos y escuchados. Una vez más la voz de los niños se mantiene ausente en las estrategias del ente rector en educación. Ellos cumplen un rol fundamental en este sistema y tendrán aprendizajes y recomendaciones que se deben incorporarse en los proyectos educativos.
– Educación emocional y apoyo psicosocial. La salud mental no es un tema superado. La pandemia sigue presente y sigue generando un clima de ansiedad y miedo en las familias. La educación no puede estar al margen de estos procesos. Para este año escolar, los lineamientos del Ministerio de Educación deben hacer énfasis en la educación emocional, ayudar a que los estudiantes y familias puedan identificar y reconocer las emociones propias del momento y expresarlas. Que una preocupación fundamental de los directivos y docentes esté en promover la salud mental de sus estudiantes.
– Prevenir la violencia contra los niños, niñas y adolescentes: Con la prolongación de la cuarentena aumenta el riesgo de agresión y violencia. Hay que contribuir a minimizar las posibilidades de que deberes escolares excesivos se conviertan en un factor generador de conflictos elevando riesgos de castigos físicos, humillantes o maltratos a familias ya agobiadas por la gestión de los servicios públicos básicos y la sobrevivencia.”
Por último, manifiesta su confianza en que maestros, familia y sociedad puedan encontrar una estrategia que, en medio de la incertidumbre, brinde esperanza y certeza a la niñez y adolescencia. “Un mensaje clave para ellos es que este momento pasará, el mundo superará la pandemia y cuando ocurra ellos tendrán la posibilidad de ser productivos y desarrollarse. La educación es un trampolín para eso y debemos mantenerla”.
Cecodap es una organización venezolana que desde 1984 trabaja en la promoción y defensa de los derechos humanos de la niñez y adolescencia.
Fuente: El Universal