Los productos perecederos, especialmente los de origen agrícola, sufren los embates de una galopante inflación que incrementa los costos de reposición y merma la capacidad de compra del consumidor venezolano. La demanda define este mercado. ¿Cómo están trabajando los productores del campo para no sucumbir?
Con excepción de los cereales que pueden almacenarse en silos, las hortalizas y frutas tienen una vida corta, por lo que su comercialización es todo un reto en tiempos de caída del consumo, resultado de la destrucción del poder de compra.
“Los precios están marcados por la demanda del consumidor independientemente del período inflacionario”, dice Pedro Rivas, ex presidente de la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios de Venezuela (Fedeagro).
A escasos meses de que Venezuela cumpla formalmente dos años en hiperinflación, Rivas asegura que por la baja en el consumo los costos de producción no tendrán incidencia en una mayor demanda de los rubros agrícolas.
Esta realidad económica se mantendrá a juzgar por la actuación del gobierno de Nicolás Maduro y los productores del campo se movilizan para sobrevivir y sobreponerse a la adversidad.
¿Cómo se acoplan los agricultores? De la manera más sencilla a la que pueden echar mano como lo es reducir el área de siembra, afirma Rivas. Esto se traduce en una menor disponibilidad de mercancía en los puntos de venta final, pero que va más acorde con la demanda real.
La diferencia de precios que se observa entre una cadena de supermercados y otra en determinados rubros la hace el porcentaje de merma de productos por manipulación que calcule el comerciante, indica Rivas, también presidente de la Asociación de Productores Agropecuarios de El Sombrero y Sur de Aragua (Asoma).
Los comercios han reducido los pedidos y los productores disminuido el área de siembra. “A un comerciante le conviene llenar anaqueles con productos del campo a precios bajos para que aumente consumo y, a la vez, le permita al cliente adquirir otros bienes para satisfacer sus necesidades”, señala.
Una verdad que no puede ocultarse es que los productores cuentan con menos recursos para sembrar, porque los costos se han incrementado por la inflación. Además, el control que tiene el gobierno sobre la comercialización de la mayoría de los insumos y fertilizantes usados en el sector dificulta su acceso a todos los productores.
En un país en el que la producción de casi todos los rubros agrícolas está a niveles de los años 70, y con perspectivas poco favorables, hay quienes invierten en tecnología para optimizar los procesos. No son muchos, pero cada día son más lo que se aproximan al tema.
Rivas señala que para mantenerse en la actividad los productores están cambiando de rubro. “Hay que optimizar para sacar mayor provecho al uso de insumos básicos para bajar costos y aumentar producción”. Ese es el norte.
Para permanecer en el negocio Rivas destaca que hay que reducir el área de siembra y así el productor pueda mantenerse activo y operativo. Detener el trabajo sale caro. Quien se para por seis meses o un año, se encuentra a la vuelta que los costos se han multiplicado y la inversión termina siendo cuesta arriba, sobre todo en maquinarias y equipos. “Más que un reto financiero termina siendo un trauma”, afirma Rivas.