El ex comandante de las Fuerzas Aliadas de la OTAN, el almirante James Stavridis, advirtió esta semana sobre una posible “guerra civil” en Venezuela e hizo recomendaciones al gobierno de Donald Trump, a países vecinos y organismos internacionales sobre cómo actuar en el corto plazo para “frenar” a la Revolución Bolivariana.
El militar escribió un artículo en la revista Times titulado “Es hora de prepararse para una guerra civil en Venezuela”.
Entre las opciones que le sugiere al presidente gringo está descartar una intervención militar: “Cualquier presión dominante que podríamos ejercer por medio de sanciones o de nuestras Fuerzas Armadas sería utilizada por Maduro para alimentar el sentimiento “anti yanqui” de sus seguidores”, publica.
En total ofrece cinco vías para “hacerle frente” al Gobierno del presidente Nicolás Maduro, y al final advierte: “El liderazgo de los EEUU deberá ser sutil y moderado, sin llegar a ser totalmente ausente”.
A continuación parte del escrito del excomandante de la OTAN.
Una enorme crisis se está fermentando a sólo unos cientos de millas al sur de Miami: Venezuela, una nación de más de 30 millones de personas con las reservas de crudo más importantes del mundo, se encuentra al borde del colapso y de la guerra civil. Las consecuencias para las Américas son profundas y peligrosas. ¿Qué debería estar haciendo los EEUU mientras Caracas se hunde en la anarquía?
La crisis puede rastrearse a la elección de 1998 que colocó a Hugo Chávez en la presidencia. Un socialista auto proclamado heredero de Simón Bolívar, quién lideró a la nación a su independencia a principios del siglo XIX e inició su orgulloso legado de autonomía. Chávez fabricó un sistema político que de frecuentemente utilizó los altos precios del petróleo para esencialmente sobornar a las masas para ganarse su apoyo. Por el contrario, su sucesor Nicolás Maduro no puede presumir de tal carisma y capacidad para tales maquinaciones, además de que el precio del petróleo continúa siendo muy bajo como para permitirle tener algún tipo de ventaja financiera sobre el pueblo.
Ahora la oposición se las ha ingeniado para unirse para detener su intento de reescribir la constitución, lo que le daría control total sobre las cortes y la legislatura, en un intento de convertirse en presidente de por vida.
Más de 100 manifestantes han sido asesinados en los últimos cinco meses y cientos de miles de personas han marchado por las calles del país. Un piloto de la oposición intentó tomar control de la corte suprema mientras que la Organización de los Estados Americanos ha condenado al régimen. Aun antes de la crisis, Venezuela ya era uno de los países más violentos de las Américas, al nivel de México y Ecuador quienes se encuentran en medio de violentas guerras narco.
Este es un potencial desastre para la región dada la posibilidad de la llegada de significativos números de refugiados tanto por mar como por tierra hacia Colombia, país que se encuentra recién superando los estragos de su propia insurgencia. Podría significar una dura carga para los recursos de los países vecinos, incluidos los EEUU, quien podría estar obligado a ayudar a una población desplazada y en riesgo. El caos también podría abrir una puerta a traficantes de drogas.
Allí es donde entra en escena el presidente Donald Trump, que recientemente aseguró que una “opción militar” estaría siendo contemplada, algo que nunca nadie antes dentro del gobierno de los EEUU había sugerido, lo que se ha reproducido con consecuencias potencialmente explosivas.
Las opciones reales de los EEUU son limitadas. En primer lugar, tendríamos que concentrarnos en lo que no deberíamos hacer, y eso sería una intervención militar. Cualquier presión dominante que podríamos ejercer por medio de sanciones o de nuestras Fuerzas Armadas sería utilizada por Maduro para alimentar el sentimiento “anti yanqui” de sus seguidores.
En segundo lugar, debemos utilizar una comunicación estratégica para evitar que la conversación se convierta en “EEUU vs. Venezuela”. En su lugar, deberíamos buscar la condena de organizaciones como la OEA y lograr aplicar sanciones conjuntas contra Venezuela. También podríamos trabajar en pos de sanciones junto a las Naciones Unidas dependiendo de las medidas que Maduro tome, pero esto será complicado dado que China y Rusia tienen una relación cercana con Venezuela.
En tercer lugar, deberíamos utilizar nuestros activos a nivel de inteligencia, ya sean satélites, naves no tripuladas, así como la ciber vigilancia en redes sociales, para observar las tendencias online a nivel interno. Debemos evitar ser sorprendidos tácticamente tanto por un enorme flujo de refugiados como por el estallido de un conflicto bélico.
En cuarto lugar, deberíamos prepararnos para brindar asistencia humanitaria y lidiar con la llegada de refugiados por vía marítima. La base de la bahía de Guantánamo cuenta con los recursos necesarios para hacerle frente a tal misión. La coordinación con naciones potencialmente afectadas de la región en el Caribe y Sudamérica debería comenzar ahora.
En último lugar, deberíamos estar en constante contacto de manera bilateral con nuestros aliados clave y amigos en la región para descomprimir la crisis y también ayudar a crear una verdadera democracia en este importante país.
A cada nación de las Américas le conviene que la situación en Venezuela se resuelva de manera pacífica. El liderazgo de los EEUU deberá ser sutil y moderado, sin llegar a ser totalmente ausente. El fin de la república se aproxima. Estemos listos para lo que se vendrá después.