A las afueras del Centro Nacional de Comercio Exterior reina la incertidumbre.
Las pocas personas que esperan en los alrededores de la oficina de Los Chaguaramos no reciben información oficial. Allí no atienden al público desde hace más de un mes.
Todo está desolado. Los usuarios que a cuentagotas llegan al portón de entrada, unos caminando y otros en carro, tienen que lidiar con la basura que se amontona justo al lado de la entrada principal.
Las caras son largas, denotan preocupación. Carpeta en mano, la gente mira a todas partes como buscando una alternativa, intercambia opiniones y espera una certeza que no llega. A través de la reja del portón de entrada un hombre explica que el organismo no está atendiendo a nadie. El trabajador que viste camisa negra y bluejean confirma que la página web del Cencoex lleva más de un mes caída, por lo que no se puede hacer ninguna solicitud vía online.
La situación hace que de hecho estén suspendidas las solicitudes de pagos en divisas con tarjeta de crédito para viajes al exterior, las solicitudes de efectivo para adultos y niños, los pagos por exceso de consumos y la realización de la declaración jurada de cierre. “No puedo dar garantía de nada. No me han informado cuánto durará esto o si en algún momento reactivarán las solicitudes por Internet o si se abrirá la atención al público”, señala el hombre.
Algunos de los presentes informan que le han entregado los recaudos, pero que él no se compromete a nada. Les indica que anexen una carta explicativa de cuál es su situación.
Su sola presencia reaviva la esperanza de quienes allí se encuentran. “La peor diligencia es la que no se hace”, subraya Andrés Colmenares, que en dos semanas viaja a Santo Domingo, República Dominicana. “Como la página tiene un mes caída me dijo que trajera los papeles a ver si se puede hacer algo. Nada pierdo con intentarlo”.
Ricardo Valencia irá a Miami, Estados Unidos, la próxima semana. Manosea nervioso una carpeta marrón donde están una copia de la cédula de identidad, del pasaporte y del pasaje de avión. “El vigilante me dijo que le entregara los papeles a ver qué podía hacer. El problema es que no da ninguna garantía”.
Andrés González se trasladará a Santiago de Chile en pocos días. “Por la página web no se puede hacer nada. Me vine a ver si conseguía información, pero aquí no es gran cosa lo que se logra”.
Al pasar la reja de la entrada reina la soledad. Un letrero confirma que allí existió un espacio donde alguna vez se atendió al público. Encima de una estructura similar a una barra se acumulan en el mismo sitio los papeles, una carpeta manila, un bolígrafo y un pote de jugo vacío. Las sillas plásticas, donde otrora la gente se apiñaba a esperar su turno, están vacías. Cuatro infopuntos, que formaron parte de otro de los proyectos revolucionarios que sirvió de excusa para grandes desembolsos de dinero, permanecen indiferentes. Están inservibles, no son de utilidad.