El nombre de Cisneros es sinónimo de perspicacia empresarial y opulencia en la mente de los venezolanos con edad suficiente para recordar los años anteriores a Hugo Chávez.
A lo largo de varias generaciones, la multimillonaria familia trajo el Studebaker, Pepsi-Cola y los grandes almacenes al país rico en petróleo. Lanzó DirecTV en América Latina, organizó concursos de belleza, produjo telenovelas y fue propietaria de bancos, emisoras de televisión, heladerías y cervecerías.
Ahora, décadas después de haber trasladado la mayor parte de la familia y sus activos a EE.UU. cuando Chávez estaba impulsando su revolución socialista, una nueva generación de Cisneros está recorriendo la devastada economía en busca de activos para comprar a bajo precio.
Eduardo Cisneros, nieto del patriarca Diego Cisneros, cofundó un fondo de capital privado en Florida que ha recaudado más de 200 millones de dólares de los inversores, según una presentación ante la SEC.
El fondo, llamado 3B1 Guacamaya Fund LP, ya ha utilizado unos 60 millones de dólares de ese efectivo para adquirir empresas venezolanas, entre ellas un fabricante de pinturas, en el último año, según varias personas con conocimiento de las operaciones que pidieron no ser nombradas porque no estaban autorizadas a hablar públicamente sobre el asunto.
Al dar el salto, Eduardo y su socio -Rodrigo Bitar, director de una boutique de fusiones y adquisiciones -con sede en Nueva York– se están posicionando como los primeros en llegar a lo que podría ser una lucha por adquirir activos selectos en la otrora rica nación a precios muy rebajados. Tras años de mala gestión que provocaron un declive del 70% en el tamaño de la economía y llevaron a millones de venezolanos a huir, el sucesor elegido por Chávez, Nicolás Maduro, está adoptando lentamente reformas de libre mercado para aliviar la crisis y consolidar su control del poder.
Algunos analistas locales predicen que la economía crecerá en 2021 a medida que Maduro afloje las restricciones de Covid. Una expansión, por tibia que sea, pondría fin a una cadena de siete años consecutivos de contracción económica.
«Las oportunidades de ganancia son inmensamente altas en la primera fase de la recuperación económica», dijo Peter West, un asesor económico de EM Funding de Londres. «Pero también hay que ser un inversor con gran apetito de riesgo, dispuesto a sumergirse en el agua».
El fondo 3B1 Guacamaya opera en la misma sede de Coral Gables, Florida, que Cisneros Corporation, un servicio de consultoría con «liderazgo profesional joven, moderno y creativo» fundado por los hermanos Eduardo, Andrés y Henrique, según su página web.
El fondo adquirió una participación mayoritaria en el fabricante de pinturas Corimon CA, que cotiza en bolsa. La empresa no ha presentado resultados desde 2015. En ese entonces, tenía 1.300 empleados que trabajaban en 190 tiendas en Venezuela y varios otros países de América Latina.
Las llamadas y mensajes en busca de comentarios de Eduardo Cisneros, Cisneros Corp. Mark López y Bitar no fueron devueltas. El director general de Corimon, Esteban Szekely, tampoco respondió a las llamadas y mensajes en busca de comentarios.
Por muy limitadas que hayan sido las operaciones hasta ahora -no se han podido averiguar los nombres de las otras empresas adquiridas además de Corimon-, Cisneros y Bitar se han convertido rápidamente en la comidilla de la pequeña y estrecha comunidad de negociantes y financieros del frondoso este de Caracas. Puede que doscientos millones de dólares no lleguen lejos en la mayoría de las capitales financieras del mundo, pero en el atrofiado mercado de fusiones y adquisiciones de Venezuela, convierten al dúo en una fuerza inmediata.
Y su llegada hace que algunos locales especulen con la posibilidad de que el proverbial fondo de la economía y el mercado que han estado esperando durante décadas -desde el colapso que siguió al boom del petróleo de los años 70- pueda estar finalmente acercándose.
Acorralado por las sanciones de Estados Unidos, Maduro está supervisando un impulso de reforma que incluye una dolarización ad-hoc de la economía tras años de hiperinflación y controles gubernamentales asfixiantes.
Mientras Chávez se incautaba de miles de empresas privadas, la familia Cisneros se las arreglaba para conservar el control de los negocios que mantenía en el país. En la actualidad, los venezolanos siguen bebiendo la cerveza Regional de la familia, utilizando planes de telefonía y datos de su proveedor de telefonía móvil Digitel y viendo su canal de televisión Venevisión.
Diego Cisneros, un inmigrante cubano que se instaló en Venezuela, puso en marcha el imperio empresarial en la década de 1930.
Fuente: Banca y Negocios