Nicolás Maduro ha sobrevivido a un cóctel explosivo que quizá en otro país ya le hubiera costado el cargo a un presidente. Pero el mandatario venezolano no está desahuciado y tendría con qué pelear la reelección en 2018.
La comida y las medicinas escasean y no hay sueldo que alcance, pues los precios suben a diario por una hiperinflación que según el FMI llegará a 2.300% en 2018.
Una “economía de guerra” -según expertos- que hundió la popularidad de Maduro, sin el carisma ni los petrodólares en que se zambulló su fallecido mentor Hugo Chávez (1999-2013).
Entre abril y julio pasado sorteó protestas que exigían su salida y dejaron 125 muertos, lo que terminó de aislarlo internacionalmente. Sin embargo, en septiembre su aprobación subió 5,8 puntos, a 23,2%, según Datanálisis.
“Maduro ha sido subestimado. Algunos han escrito su obituario político desde que se convirtió en presidente en 2013”, dijo a la AFP Michael Shifter, del centro de análisis Diálogo Interamericano.
Por ahora ningún experto se atreve a vaticinar la fecha de caducidad de Maduro, elegido hasta enero de 2019 y quien según su vicepresidente buscará la reelección. ¿Qué explica esta resiliencia?
Control institucional
Maduro ha perdurado gracias al control institucional que ejerce el oficialismo con los militares a la cabeza que, activos o en retiro, ocupan 14 de 32 ministerios.
La Fuerza Armada acaba de alcanzar otra frontera de poder al ser nombrado el general Manuel Quevedo ministro de Petróleo y presidente de la estatal energética PDVSA, que aporta 96% de las divisas.
“Parte fundamental de la receta es el control de los militares. Al comprarlos y compartir con ellos el poder, el gobierno ha logrado neutralizar cualquier desafío de las Fuerzas Armadas”, asegura Shifter.
La influencia de Maduro se extiende a los demás poderes públicos, salvo el Parlamento, de mayoría opositora pero declarado en desacato por la corte suprema.
También, a una Constituyente que rige con poderes absolutos y está integrada solo por chavitas. En la práctica, ese órgano desplazó al Legislativo.
Maduro “sigue gobernando porque ha aplicado un paquete dictatorial”, sostiene el politólogo Luis Salamanca, recordando que en 2016 la justicia bloqueó “ilegalmente” un referendo revocatorio de su mandato.
Fractura opositora
Tras un momento de esplendor por su victoria en las parlamentarias de 2015, que pareció dejar atrás un pasado de divisiones y derrotas electorales, la oposición agrupada en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) volvió a fracturarse.
Ocurrió por la decisión de los principales dirigentes de negociar con el gobierno.
Un primer intento de diálogo fracasó a fines de 2016, y este viernes las partes volverán a la mesa con el rechazo de un sector de la MUD.
El quiebre se agravó tras las elecciones regionales de octubre, en las que el chavismo arrasó entre denuncias de fraude y alto abstencionismo opositor. Los grandes partidos se marginaron de las municipales del 10 de diciembre.
“La oposición está en su punto más débil en los últimos años, agotada, desmoralizada, con miedo y falta de estrategia y liderazgo”, sostiene Shifter.
Maduro -añade- “intentará aprovechar esa debilidad, incluso mediante la celebración de anticipada de las presidenciales”.
Salamanca cree que si la MUD logra reunificarse y poner la elección en términos de una “batalla final”, podría desplazar al chavismo, al que ve “estancado” electoralmente.
– Falta de liderazgos –
Pese a su baja popularidad, Maduro es el líder chavista con más aprobación, según encuestas.
“Aunque es duramente criticado, puede ser la apuesta más segura para el régimen de ahora en adelante. Reemplazarlo por alguna otra figura sería riesgoso”, opina Shifter.
Para Salamanca, “es el menos malo” de los jerarcas oficialistas.
Maduro suele recordar que Chávez pidió votar por él si moría y eso -según Shifter- le da “legitimidad”.
La televisión gubernamental ha comenzado a difundir audiovisuales que ensalzan la personalidad del presidente.
Maquinaria clientelista
Para paliar la escasez de alimentos -que ha alcanzado picos de 80%- Maduro lanzó en 2016 un programa de venta de comida subsidiada en zonas populares, que según el gobierno beneficia a seis millones de familias.
También, el “carnet de la patria”, documento de lectura electrónica que ha sido entregado a 16 millones de personas y que la oposición denuncia como un mecanismo de control social.
Tras votar para la Constituyente chavista que rige con poderes absolutos y en las regionales, los carnetizados debieron presentar la credencial en mesas aledañas del partido de gobierno para demostrar que sufragaron.
“Es una revolución censitaria (de voto restringido) que trata de ampliar su estructura clientelar para perpetuarse en el poder”, comentó Salamanca.