Con el transcurrir del tiempo, las condiciones económicas cambian y, con ellas, las políticas económicas. Los problemas, desafíos y metas experimentan transformaciones de acuerdo a las coyunturas. Ante ello, lo más lógico es que se modifiquen las estrategias. Los cambios en las políticas no deben sorprendernos, obedecen a los diferentes escenarios y desafíos. En tiempos de crisis eso adquiere mayor vigencia. Siempre recordamos a Einstein cuando nos dice, que no podemos pretender superar las crisis si no cambiamos los instrumentos y las conductas…
¿Qué ha cambiado entre el 2003 y la actualidad en relación a las reservas internacionales y el tema cambiario? En aquel momento teníamos un nivel importante de reservas internacionales (RI), que estaban en peligro de agotarse por la fuga de capitales en el marco de la guerra económica en medio del golpe de Estado contra del comandante Chávez. Era obvia la necesidad de protegerlas con el control, se activaba una corrida que apuntaba al corazón financiero del país. A diferencia del 2003, en estos momentos estamos en uno de los niveles más bajos de reservas internacionales per cápita de toda nuestra historia (cerca de US$ 8,5 millardos).
Acá debemos recordar que ese descenso de las RI se produjo por caída del ingreso petrolero, pago de deuda, importaciones y fuga de capitales. Este último factor es responsable en buena medida de la situación actual de nuestras RI y de la economía en general. Paradójicamente, lo que tantos temen ocurra en libertad cambiaria (la fuga de capitales) ya sucedió dramáticamente con el control de cambios.
Es decir, el control de cambio cumplió una función importante en una coyuntura muy concreta y luego se agotó. Uno de los síntomas de su agotamiento se expresa en su incapacidad de preservar nuestro ahorro en divisas.
La propuesta de libertad cambiaria no establece que el Estado aporte las divisas para su funcionamiento. Ese régimen cambiario será para los actores del sector privado que en estos momentos operan bajo la tutela de la especulación cambiaria del mercado “negro”, que, como muchas veces hemos dicho, apunta al enriquecimiento de especuladores y la desestabilización política y social del país con los fines de debilitar al gobierno.
De nuevo, para que quede claro: El Estado no intervendrá en ese sistema cambiario. El mercado libre de divisas es solo para crear un esquema legal y muchísimo más transparente (aunque nunca totalmente trasparente, pues la transparencia absoluta es una ficción en los mercados financieros) para esas operaciones cambiarias. De tal manera que no estamos proponiendo un sistema que afecte el ahorro internacional de la nación. Ese ya fue dilapidado en tiempos de control de cambio.
¿Qué propósito tiene lo anteriormente expuesto? ¿Para qué servirá la libertad cambiaria? La tarea fundamental de la política económica es derrotar la hiperinflación, la cual es motorizada esencialmente (no exclusivamente) por la especulación cambiaria. Todos los precios se forman de manera especulativa en función del precio de la divisa en el mercado “negro”, el cual, a su vez, es determinado abiertamente por la especulación y la arbitrariedad con fines inconfesables.
Si lo del punto 7 es correcto, para detener y abatir el alza de los precios hay que derrotar al dólar “negro”. En tal sentido, la realidad de los últimos meses y años nos indica que no hay forma de abatir la especulación cambiaria con control de cambio y sin divisas para asignar a menor precio. En nuestro caso, la especulación con el precio de la divisa se desata con el control de cambios y éste ha sido incapaz de detenerla. Eso es irrefutable.
Ahora bien, si el dólar “negro” es producto de la especulación y la arbitrariedad en el marco del control de cambios, estamos obligados a ir a otro esquema cambiario. A tales fines estamos proponiendo la libertad cambiaria, porque bajo las actuales circunstancias solo despenalizando las operaciones cambiarias, permitiendo que se encuentren la demanda y oferta de divisas, normando ese mercado para evitar brotes especulativos, podemos estar en capacidad de establecer un mercado que desplace al mercado “negro” con un precio mucho más razonable y muy inferior al dólar “negro”, en sintonía con la situación real de la economía. Además de un precio más bajo, el desempeño de esa variable sería mucho más estable. Con los mismos oferentes y demandantes de divisas, que hoy se guían por el dólar “negro”, se establecerá un mercado legal y regido por normas claras.
Hasta ahora hay dos afirmaciones importantes: i) no se sacrificarán las reservas internacionales ya saqueadas por las corruptelas y el parasitismo en medio del control de cambios; ii) se persigue estabilizar el desempeño de la tasa de cambio a niveles muchos más bajos que los presentes en el mercado “negro”, adonde ha llegado en el marco del control de cambio. Esto último es fundamental para abatir la hiperinflación
Sería interesante que quienes se inquietan (y tienen todo el derecho en hacerlo) por los efectos de la libertad cambiaria sobre el precio de la divisa, los efectos de la especulación y el destino de nuestro ahorro en divisas; también pudieran preguntarse qué ha podido hacer el control de cambio para detener la caída de RI, contener la especulación cambiaria y estabilizar el precio de la divisa. Porque si se critica la propuesta para atender una situación terrible, también se debería abordar críticamente lo que está ocurriendo con las políticas actuales. Esto último no es una referencia a la columna de Diaz Rangel, más bien está dirigido a la defensa a ultranza y contra toda racionalidad del esquema de control de cambios.
La libertad cambiaria generará confianza en los actores económicos que tienen divisas y estarían dispuestos a traerlas para la inversión en el país. Cualquiera que tenga divisas y desee hacer un negocio en el país, antes de traer su capital, se pregunta si lo puede recuperar o si podrá realizar operaciones legales con divisas. En el marco del control de cambios, esta garantía no está dada y, por lo tanto, el capital no vendría. La libertad cambiaria abre las puertas a la entrada de capital al país, del cual estamos altamente necesitados.
La relevancia de lo anterior se explica por la necesidad de recuperación productiva para consolidar la estabilidad de los precios. Es indispensable recordar que el Estado no tiene los recursos para inyectarlos a la economía (publica ni privada) y avanzar en esa dirección. Se tiene que estimular el ingreso de divisas y de capital.
Una tercera conclusión es que en condiciones de libertad cambiaria se estimularía la entrada de recursos para la recuperación productiva, lo cual es vital para superar la escasez, que tanto contribuye a la especulación con los precios.
La política cambaría propuesta es muy poco lo que podrá hacer para revertir la gravísima coyuntura económica. Esta política cambiaria debe estar inscrita en un programa económico integral y coherente que representaría un golpe de timón económico. Esta política económica tiene un carácter sistémico y actuará en los siguientes ámbitos: social (desarrollo de una política social a un máximo nivel de eficiencia); precios (flexibilidad y rigurosidad suficiente para estimular la producción y combatir la especulación y usura); fiscal (incremento de los ingresos a través de impuestos a los grandes capitales, amento de la gasolina, entre otros, y limpieza del gasto e inversión de ineficiencias, corruptelas y derroches, elevando las políticas sociales a un mayor nivel de eficiencia); monetario (absorción de liquidez excedentaria, disminución progresiva de la inyección de dinero inorgánico, financiamiento productivo con la liquidez existente), productivo (estímulos fiscales, acceso a materia prima, reducción de los trámites administrativos, recuperación de las grandes industrias públicas…), petrolero (aumento de la producción e ingresos petroleros indispensables para la recuperación productiva del país), financiamiento externo (búsqueda de financiamiento externo, restructuración de deuda, ambos casos en la medida de las posibilidades existente en medio del bloqueo financiero de Washington)…
Las políticas no pueden fundamentarse en consignas ni deseos. Son instrumentos para dar respuestas concretas ante situaciones concretas. A los que dicen que esta propuesta de política económica es neoliberalismo y contrarrevolucionario, les recuerdo que no hemos sido capaces de superar los dramáticos efectos de la guerra económica con las políticas actuales. Ser revolucionario en esta dificilísima coyuntura significa resolver el grave problema económico, lo cual no vamos a lograr aferrándonos fórmulas que agotadas.
Hay quienes afirman que la libertad cambiaria es neoliberal y manifiestan que el control de cambios es revolucionario (algunos afirman incluso que es parte del socialismo). A ellos le recordamos que los controles fueron aplicados por revolucionarios de la talla de Luis Herrera, Lusinchi y Caldera; en tanto que la libertad cambiaria existe en países como China y Vietnam dirigidos por Partidos Comunistas.
Para preservar la revolución debemos actuar con audacia y realismo. El comandante Chávez fue un maestro en eso y, confiando en el pueblo, siempre habló con la verdad. Cuando las circunstancias lo impusieron, tomó medidas que algunos ahora califican de neoliberales, pero que en su momento permitieron garantizar la estabilidad de la revolución: (ajuste de presupuesto nacional en el 2009 con motivo de la caída de los precios del petróleo, devaluación de la moneda, mantuvo el IVA, aumento de la gasolina, participación de empresa extranjeras en el sector petrolero a través de empresas mixtas, expansión del crédito a la empresa privada, asignación de divisas al capital privado, endeudamiento externo…); todo ello sin dejar de proteger al pueblo… El dogmatismo, por parte de unos, e intereses perversos (los que roban y especulan al amparo del control de cambios), por parte de otros, motorizan el ataque en contra de un cambio absolutamente necesario en materia de política económica.
Estas políticas deben estar acompañadas por una ofensiva de estrategias no convencionales: despliegue popular en apoyo a las medidas y de la revolución en general; unión cívico-militar en resguardo de la soberanía y la paz nacional; ofensiva comunicacional para derrotar la mentira en nuestra contra y ganar la opinión pública; despliegue diplomático para fortalecer nuestros vínculos internacionales en el marco de la multipolaridad; cruzada contra las corruptelas, el burocratismo y por el saneamiento de nuestras instituciones en general.
Finalmente, espero que estas líneas, mucho más largas q lo deseado, puedan ayudar a entender el propósito de la propuesta cambiaria, impuesta por las realidades y la necesidad de recuperación de nuestra economía.
Caracas, 16 de julio del 2018
Jesús Faría