El dinero en Venezuela, que entró en hiperinflación en 2017, sigue esfumándose con rapidez de los bolsillos y las cuentas de unos ciudadanos cada vez más pobres, que no terminan de sentir un alivio financiero, pese a que el país lleva cuatro meses consecutivos con una inflación desacelerada.
La nación con las mayores reservas probadas de petróleo también es superlativa en su índice de precios al consumidor pues cerró 2018 con una inflación de 130.060,2 %, según el Gobierno.
Que la economía venezolana está «destruida», como alega el Parlamento de mayoría opositora, parece incontestable, pero la ralentización en las subidas de precios también es un hecho que mide mensualmente el Legislativo, el mismo organismo que cifró la inflación del año pasado en 1.698.844,2%.
Terminado el primer semestre, Venezuela ha acumulado apenas 1.155% de inflación por lo que es «muy probable» que el augurio millonario del FMI para este año sea «reajustado», o así lo cree el diputado Ángel Alvarado, miembro de la Comisión de Finanzas del Parlamento.
Sin embargo, esto no significa que el país haya salido de la hiperinflación en la que entró desde el segundo semestre de 2017 pues, a juicio del Legislativo, se requieren 12 meses seguidos por debajo de 50% en el índice mensual de alza de precios y otros correctivos financieros.
Alvarado explicó que el Ejecutivo de Nicolás Maduro ha escogido «el camino más doloroso» al tratar de parar la inflación con restricciones monetarias como la suspensión de los créditos, que supone una caída del consumo, y la reducción de emisiones de dinero físico y de la liquidez.
Esto, aseguró el también economista, ha generado una «apreciación de tipo de cambio real» por el que ocurren cosas como que una taza de café cueste en Venezuela el equivalente a un dólar estadounidense y al mes siguiente la misma bebida en el mismo lugar tenga el valor de dos o tres dólares.
«Los precios empiezan a variar más rápido que el tipo de cambio», dijo sin dejar de remarcar que «el tipo de cambio eventualmente se ajusta» y con ello los «problemas se mantienen y agudizan», y la moneda local se sigue devaluando.
Lejos de la terminología financiera, los venezolanos siguen sintiendo que la inflación devora, cada vez más rápido, sus ínfimos ingresos, en un país donde la mayoría de ciudadanos devengan menos de 50 dólares al mes.
«Tengo dos hijos y se me hace difícil el día a día, alimentarlos, la comida», dijo Arly Correa, una caraqueña de 29 años que no ha sentido la desaceleración inflacionaria y, en cambio, asegura que tiene «que hacer maromas hasta para (pagar) el pasaje» en las pocas unidades de transporte público que quedan operativas.
Una opinión similar tiene la oficinista Rocío Montes, para quien el ritmo de la inflación es «nefasto» y no confía en una medición a la baja de este índice, pues -argumenta- «todos los días hay variación de precios» a una «velocidad máxima».
«Todos los días estamos corriendo, verificando presupuestos, modificando presupuestos para poder enfrentar la actividad económica del día, porque estamos trabajando diario (…) nos tienen locos, todos los días sacando cuentas», agregó la mujer de 50 años.
Por su parte, la pensionista Ivone Zabala cree que en Venezuela «todo está carísimo» e «incomprable» y estima que para cubrir los gastos mínimos de alimentación, una familia pequeña necesita al menos 400 dólares mensuales.
La sexagenaria considera además que algunos precios suben diariamente; otros, como la carne y el pollo, lo hacen semanalmente, y los costos de servicios sanitarios aumentan «cada tres días», algo que afecta especialmente a personas como ella, que por problemas de salud, necesita realizarse exámenes médicos con frecuencia.
Pese al hermetismo del chavismo en cuanto a indicadores económicos, el Gobierno señaló que la inflación en los primeros cuatro meses del año fue reduciéndose de 196,6% a 33,8%.
El Parlamento, que viene publicando la inflación mensual en vista del silencio del Ejecutivo, la ubicó en 191,6% en enero y en 24,8% en junio.
Venezuela cerró 2015 con una inflación anual con 180,9%, en 2016 con 550% y en 2017 con 2.616%, una antesala de lo que sería el valor de seis dígitos en 2018.