Que la principal industria del país, y otrora cuarta empresa petrolera del Mundo se encuentre entre la espada y la pared es un testimonio a como la mala gerencia, la ausencia de una visión estrategia viable, la voracidad en utilizar para otros menesteres recursos correspondientes a reinversión en operaciones y una obsesión por esconder o adulterar las cifras de sus operaciones, puede llevar a esos resultados.
Entra otras cosas, se demuestra una peculiar habilidad en tornar las victorias en derrotas, como lo demuestra lo relacionado con la demanda de Conoco-Phillips que hoy tiene a los tanqueros venezolanos huyendo en desbandada antes que los embarguen, de las refinerías y terminales de las islas ABC (Aruba, Bonaire y Curazao), nodos logísticos claves para la operatividad de PDVSA. Conoco demandó a PDVSA por $ 20,000 millones (con la esperanza de que le otorgaran $ 10,000 millones) por la apropiación de su mejorador de crudo de la Faja, y luego de diez años fue adjudicado tan solo $2,000. ¿Un triunfo para la nación? Bueno si, si alguien hubiera tenido la previsión de reservar es monto para hacerle frente al compromiso.. Pero claro, había otras “prioridades” ninguna de las cuales incluía invertir en sostener y aumentar la producción.
Paralelamente, el riesgo de acciones coordinadas de corto plazo por parte de los tenedores de bonos que hasta ahora no se han movido para demandar el pago de intereses vencidos, y de acreedores por servicios prestados como Halliburton y otros que hasta ahora habían esperado pacientemente a que alguien se dignara lidiar con el problema, han aumentado, ante el peligro para esto de quedarse como último en la cola.
Curiosamente todo esto sucede en un momento en que los precios han tenido un repunte histórico, momento que sería propicio para revertir la situación de acoso con acciones creíbles que impliquen una recuperación de la producción y un restablecimiento del crédito de la nación. En vez de tomar esa vía, empieza circular en la prensa especializada (como Platts Oilgram) la especie de que se está considerando una declaratoria de fuerza mayor, como forma de salirse de los contratos de suministro de largo plazo con clientes tradicionales sin pagar costos de demanda por hacerlo.
No nos consta que eso se esté considerando, pero nos adelantamos a decir que en la práctica esa puerta está cerrada. Esto es así porque la “fuerzas mayor” es una situación claramente tipificada en la legislación internacional. Su declaratoria requiere que la imposibilidad de cumplir sea producto de un acto de la naturaleza (terremoto, explosión volcánica, tsunami) o un evento bélico en la que el declarante no tiene arte ni parte, como por ejemplo un cierre del estrecho de Ormuz por una guerra Irán-Iraq que afecte tanqueros cargando en terminales saudí o kuwaitís. En inglés el término se traduce como “Act of God” o Acto de Dios y Venezuela trató de aducirlo cuando el paro petrolero de 2002 sin éxito.
¿Cómo se sale del entuerto? Básicamente restableciendo los niveles de producción normales de la Nación del orden de los 3 millones de barriles diarios. El problema que eso requiere inversión, sobre todo en perforación de pozos, y PDVSA ni tiene el dinero para hacerlo, ni quien se lo proporciona. Los niveles de los que hablamos requieren unos 130 taladros perforando, cada uno costando unos $ 10 millones, y en la actualidad escasamente operan una treintena.
Existen empresas con tecnología de punta y capacidad financiera que pueden acometer esta tarea, pero no lo harán como subcontratistas de una entelequia quebrada y acosada, por lo que habría llegado el momento de repensar como lograr que haya producción sin que esta tenga que estar solamente en manos de un ente insolvente, plagado por el clientelismo y la ineficiencia. Hay formas de hacerlo sin perder soberanía, solo se requiere despojarse de algunos de los paradigmas que nos han traído hasta aquí.