Venezuela era uno de los países con más ingesta de maíz debido a comidas como arepas, cachapas y empanadas. Sin embargo, el año pasado solo se sembraron 1 millón de toneladas de maíz en 350.000 hectáreas. Apenas se cubrió 20% del consumo del blanco, es decir, atendió la demanda de 2 de cada 10 venezolanos. En cuanto al amarillo, se satisfizo 35% del consumo animal.
Es una fuerte caída si se compara con la producción de hace una década. En 2007 se cubrió 100% del consumo humano con el blanco y 40% del animal con el amarillo debido a que la producción alcanzó 2,4 millones de toneladas en 650.000 hectáreas sembradas. Lo que significa que en los últimos 10 años la producción, tanto de maíz blanco como de amarillo, se redujo 58%.
“Caímos en área y en rendimiento”, afirmó Celso Fantinel, primer vicepresidente de Fedeagro. Refirió que los tres principales factores que han afectado la producción son la caída de los ingresos de los productores y de los agroinsumos y la falta de importación de maquinaria y equipos agrícolas.
Fantinel afirmó que en 2007 se invirtió en la importación privada de maquinarias, tractores y agroinsumos. “En esa época existían más de 40 empresas privadas al servicio de la agricultura del país, de las cuales algunas eran trasnacionales”, señaló.
Sin embargo, a partir de 2010 la producción empezó a complicarse debido a las políticas públicas. Fantinel afirmó que en octubre de ese año se produjo un punto de quiebre con la expropiación de Agroisleña, empresa distribuidora de insumos para el campo, por el fallecido presidente Hugo Chávez. Además, hubo un “férreo” control de precios en los productos terminados que impactaron sobre los ingresos al productor. “Son factores que comenzaron a agudizar la caída de la producción de este importante rubro. El gobierno empezó a presionarnos sobre nuestros ingresos y eso mermó nuestra capacidad de siembra”.
Desde 2014 dejaron de tener los insumos al comienzo de las siembras que son organizadas por Fedeagro. Relató que la producción en Guárico, Anzoátegui, Monagas y Bolívar empieza a principios de junio, por lo que en mayo deben tener por lo menos 80% de las semillas y los fertilizantes para ser entregados a tiempo a los productores. Sin embargo, el año pasado recibieron solo 30% de los insumos en junio, lo que atrasó el inicio de la siembra programada por la confederación.
Señaló que la asociación de la cual forma parte solo tiene inventario de agroquímicos para sembrar entre 2.000 y 3.000 hectáreas, cuando la capacidad es de 30.000 hectáreas entre maíz y sorgo. “El agotamiento ya casi total de agroinsumos trae a que uno tenga que acopiar todo. Y eso que no hemos comenzado”.
El 15 de abril debería empezar la siembra en Barinas, pero el acopio está muy reducido y limitado, afirmó. “Ellos tienen problemas con los sacos para los fertilizantes y con los envases para el plástico. Además, no sabemos si la semilla importada va a llegar, cuando ya deberíamos tener las fechas de las llegadas de los barcos a Venezuela”.
Precisó que para reactivar la producción, se deben invertir 3 millardos de dólares por 3 o 4 años. “Pero no solo para importar los agroinsumos, sino también para investigar y producir las semillas en el país y quitarnos la dependencia de lo importado. Pero se necesita inversión y no solo en bolívares, sino en dólares porque hay que traer equipos, tecnología y mano de obra calificada. Traer ingenieros de otros países que nos puedan ayudar”.
Añadió que el desempleo del campo ha aumentado en los últimos 4 años. Puso como ejemplo su finca: en 2014 había 25 trabajadores y ahora solo quedan 14.
Cifra:
1 millón de toneladas de maíz se sembraron en 350.000 hectáreas en 2017, cuando hace una década se produjeron 2,4 millones de toneladas en 650.000 hectáreas.